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ESTAMOS
SOLOS, O LO PARECEMOS
(....)
Por cierto, y siguiendo con el tema del 'ocultismo filatélico',
he leído por aquí algo que me recordaba al símil
ese del elefante entrando en una cacharrería... Digo yo que hay
formas y formas de pedir paso.
Por otra parte, llevo desde pequeño dedicándome al coleccionismo
del sello y en ningún momento (hasta tal vez estos tortuosos
y extraños tiempos de foros virtuales -que no zocos- y subastas
a golpe de ratón), repito, en ningún momento he tenido
la necesidad de "entrar" en ningún círculo,
ni abierto ni restringido, salvo en los corrillos que domingo a domingo
se formaban (y siguen formándose) en la Plaza Mayor alrededor
de un vendedor de los de 'a pie'... Y aún así en esos
casos, me daba hasta vergüenza molestar, hacer acto de presencia
o entablar el breve diálogo previo a un buen trueque o venta.
La
filatelia es una de las aficiones más egóticas a las que
un ser social puede dedicarse (y si no, que se lo digan a mi mujer).
Basta con un mínimo de conocimientos básicos (a los que
se accede a través de:
A.- Un familiar o amigo.
B.- Un libro (ese extraño y curioso objeto en desuso)
C.- En su lugar, cierta pericia internaútica para tener acceso
a miles de páginas de iniciación y captación.
Luego
viene el resto: los sellos, los materiales básicos que se aconsejan
en cualquiera de los tres apartados mencionados arriba y... lo que considero
más importante: estar dispuesto a pasar horas y horas sentado
ante una mesa... Lo de relacionarse con otros filatélicos forma
parte del folklore y, aunque para muchos es básico, es condición
perfectamente prescindible. También hay clubs de fans de Antonio
Gala, Corín Tellado o Arturo Pérez Reverte (por citar
algunos de los más "vendibles" y nadie pretende, sin
embargo, que para leer y apreciar un libro suyo haya que convocar a
cien contertulios a una lectura pública.
Por
otra parte... ¿Os habéis dado cuenta de lo cerrados, obtusos
y herméticos que son los futbolistas ante la prensa?... y sin
embargo hay millones de aficionados al futbol.
Reconozcámoslo. Por mucho que compartamos afición, por
muchas horas que pasemos ante el ordenador "chateando" o compartiendo
experiencias en foros, por muchas asociaciones por las que paguemos
las consabidas cuotas, la Filatelia es, ante todo, trabajo individualista,
introspectivo, reflexivo y ermitaño, en el que cada brujo, poco
a poco, va elaborando su pequeño-gran libro de conjuros, hechizos,
remedios y pócimas. Tan sólo alguno de esos conjuros ve
la luz de tanto en tanto para ser compartido por la gran masa de mortales
aprendices que, paciente, espera el desliz de algún que otro
Gran Maestro entregado a iluminar y enseñar al que no sabe, para
inmediatamente, transcribirlo íntegro y con minuciosidad en el
suyo propio.
Luego, de vez en cuando, se hace notar el otro yo
propio de todo coleccionista-humano, el exibicionista, el que necesita
la aprobación y la aclamación del resto de la tribu, el
que reconoce su calidad de ser social a pesar de todo y que busca infatigable
la admiración y el reconocimiento en los de su especie.
Entonces llega la presentación en sociedad del tesoro acumulado
durante años, el "mira, niño, pero no toques",
el "ésto sólo lo tengo yo", el pavoneo
y la más que dudosa "puesta en común" de lo
más sagrado de nuestra propiedad privada.
Y aún así,
mira que somos gente rara, pues con todos estos antecedentes hasta somos
capaces de hacer amigos.
Es
lo que tiene la Filatelia.
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